sábado, 25 de junio de 2011

Insomnio

Debo de haber amado mucho,
pues el insomnio me persigue voraz
allá en el fuego
de donde el miedo emerge,
allá en la fría cárcel de tu ausencia.

Debo de haber amado mucho
- tanto dolor se agrupa en la memoria
que irrumpe en la hermosura de ese sueño profundo
forjador de deseos -.

Deambulo mientras tanto
en las noches sin rumbo
y percibo, callada,
con afilados tímpanos,
los llantos de los niños,
la ronca voz del viento,
las músicas lejanas,
- liberadas arterias de mujer -.

Desangrada ....
Y sus voces que quiebran cual palomas heridas.

Da tiempo para tanto una noche sin sueño.
Da tiempo para urdirte de nuevo,
paso a paso,
y tejer historias escuchando la radio.

Da tiempo de vivir,
de morir,
de creernos distintas,
de acelerar el ritmo y la fugaz huida,
da tiempo para odiarte,
para amarte, fingirte ....
Para creer que nunca sucedió nuestra historia.
Para sentarse al borde de tu cuerpo desnudo
y romper en susurros
tu indolente misterio.

viernes, 17 de junio de 2011

La silla del bar

No es ella tu descanso
sino el descanso mismo su acomodo,
su estar inmóvil, su mudez callada.
Artificio tan simple
qué más podrá pedir
sino la espera de que alguien fugaz
vaya en su busca
- vaivén incontrolable de idas y venidas - .
Inestables traseros desarmados
desprenderán su aroma
en algo tan sutil como su manto
hilado, blando, tosco,
resquebrajado o límpido.
Y, sin embargo, ella, impasible,
fiel solo a su dueño, tal vez.
Y a su memoria.

sábado, 11 de junio de 2011

El paso del tiempo

Te iba a pedir un favor,
no sé si debo.
Es ya tarde, ya casi es
mediodía, y aún no he puesto
las cuentas en su sitio.
Es casi mediodía y me falta
arreglar la maleta, ¿las gafas?
Casi nunca sé dónde las tengo,
qué apuro, no ver por
los pasillos.
Es casi mediodía y olvidé
poner la leña al fuego,
pasar la nueva hoja al calendario
y ajustarme, por fin,
a un nuevo día.

sábado, 4 de junio de 2011

Creo en la vida, de "El ser de las cosas".

Creo en la vida a ratos:
cuando escucho una música suave
o la cantinela de la lluvia en los aleros.
Creo en el hombre a ratos.
Y, solo por un día, recuerdo la inocencia
del diminuto gesto del ser cuando nacemos.
Y, a veces, hasta siento
esa bonda infinita que sobrepasa límites
y eleva los sentidos.
Pero también creo en la muerte de aquellos
que no olvidan,
y en los ojos de aquel que no conoce
nada más que miseria,
y en la pálida mueca y en la llamada altiva
y en el odio, el desprecio.
Y en la mirada ausente e inexpresable rostro
de un año sin sandalias.
Y en el vientre infecundado ... Y en la tierra baldía.